Algún nombre había que ponerle a la sustancia
verde que da color a las hojas; en 1817 los químicos franceses Pelletier y Caventou pensaron en la
existencia de esa sustancia, y efectivamente consiguieron separarla de la hoja (hacerla blanquear), pero matando
esa sustancia, a causa de los disolventes agresivos que usaron para ello. No
obstante, habiendo dado con esa nueva entidad, le pusieron nombre: la llamaron clorofila.
El
color de las hojas proviene de los pigmentos. Los pigmentos
son sustancias naturales producidas por las células de la hoja. Los tres
pigmentos que le dan color a las hojas son:
- clorofila (verde)
- carotenoide (amarillo, anaranjado y marrón)
- antocianina (rojo)
La clorofila es
el más importante de los tres. Si las hojas no tuvieran clorofila, los árboles
no podrían usar la luz solar para producir el alimento que necesitan.
El carotenoide crea
los amarillos y los anaranjados brillantes en las frutas y vegetales que solemos
comer. El maíz, las zanahorias y las bananas son solo algunas de las diversas
plantas coloreadas gracias al carotenoide.
La antocianina agrega
el color rojo a las plantas, tales como los arándanos, las manzanas rojas, las
cerezas y las fresas, entre otros.
Durante
la temporada de crecimiento, la
clorofila y el carotenoide están presentes en las células de las hojas en
todo momento. Pero la clorofila cubre el carotenoide, por eso las hojas en
verano son verdes, y no amarillas ni anaranjadas. La mayor parte de la
antocianina se produce únicamente en otoño, y solo bajo ciertas condiciones. No
todos los árboles pueden producir
antocianinas.
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