La
luz y el calor que nos llegan desde el Sol hacen
posible y agradable la vida; pero el calor no es constante, depende de la
ecuador terrestre, hace calor a cualquier hora, mientras que en los polos
siempre hace frío.
Si se quiere utilizarla
energía del Sol para obtener calor
aprovechable en cualquier momento, hay que transformarla. Por ejemplo, para
obtener agua caliente para calefacción
y usos domésticos, con temperaturas menores de 70° C, se emplea un dispositivo
sencillo, consiste en una serie de placas o paneles recubiertos de
material capaz de absorber el calor, y cubiertos de vidrio.
Estas
placas, expuestas al Sol, se calientan bien, y su calor se transmite a una
corriente de agua que circula a su interior; el agua
caliente se conduce a un dispositivo aislado, para usarla cuando se necesite.
Si se quieren
obtener temperaturas más elevadas, se utiliza un dispositivo con espejos que
concentran la energía solar en un punto, pudiendo llegar a conseguir
temperaturas de hasta 4,000 °C.
Este sistema tiene
aplicaciones industriales.
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